Todo poema tiene en sí escritas dos fechas de caducidad. La primera, para el lector, ocupa todo el texto, cada verso, cada sílaba. El tono, la modernidad o la servidumbre a la tradición, el tratamiento, la forma, dirán hasta cuándo, suponiendo que sea consumible en un principio, podrá leerse sin perder sus virtudes. La otra fecha es invisible, como trazada con tinta simpática: el autor es el único que la ve, e invade sus ojos y su zozobra, ya al día siguiente de la composición. Pasadas unas horas, el poema ya es otra cosa: poco o nada comparado con lo que en el momento de la creación y su ebriedad euforizante prometía ser. Solo el poeta avezado sabe que esa promesa no es nunca engaño. Un embuste será, pero un embuste sin crédito.
Todo poema tiene en sí escritas dos fechas de caducidad. La primera, para el lector, ocupa todo el texto, cada verso, cada sílaba. El tono, la modernidad o la servidumbre a la tradición, el tratamiento, la forma, dirán hasta cuándo, suponiendo que sea consumible en un principio, podrá leerse sin perder sus virtudes. La otra fecha es invisible, como trazada con tinta simpática: el autor es el único que la ve, e invade sus ojos y su zozobra, ya al día siguiente de la composición. Pasadas unas horas, el poema ya es otra cosa: poco o nada comparado con lo que en el momento de la creación y su ebriedad euforizante prometía ser. Solo el poeta avezado sabe que esa promesa no es nunca engaño. Un embuste será, pero un embuste sin crédito.
Comentarios
Todo es cuestión de tiempo en esta vida,
Un tiempo cuyo ritmo no se acuerda,
Por largo y vasto, al otro pobre ritmo
De nuestro tiempo humano corto y débil.
Si el tiempo de los hombres y el tiempo de los dioses (...)